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600 millas buscando chapapote entre delfines y pardelas

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La Crónica Verde

Acabo de pasar cuatro días seguidos navegando por la costa de Gran Canaria en una patrullera de la Guardia Civil. Ha sido una experiencia dura pero extraordinaria. Al final hemos recorrido más de 600 millas por un mar increíble trufado de pardelas, delfines, ballenas y tortugas. Un extraordinario paraíso en peligro.

Como os conté la semana pasada, formo parte del equipo de especialistas de SEO/BirdLife que evalúa el impacto ambiental del vertido provocado tras el hundimiento del pesquero ruso Oleg Naydenov a 24 kilómetros al sur de Maspalomas. Desde el 14 de abril en que se fue a pique está liberando las más de 1.400 toneladas de tóxico fuel de sus depósitos.

Guardia Civil

Cuando llegas a la Zona Cero, en plena alta mar, ya no se ve chapapote, pero un fuerte olor a refinería te aprieta la nariz y sobrecoge el corazón. Lo peor, el veneno, está por debajo, a casi 4 kilómetros de profundidad. Ese olor es la punta de un iceberg que poco a poco emponzoñará uno de los espacios naturales más valiosos de la Unión Europea. Porque el desastre nos ha permitido hacer un descubrimiento increíble. El lugar es espectacular.

Para que os hagáis una idea, en un sólo día y a una velocidad superior a los 7 nudos, lo que impide ver con detenimiento los detalles, puede contabilizar 34 tortugas bobas, 56 delfines comunes, 24 delfines moteados, 4 delfines mulares, 3 petreles de Bulwer y cuatro págalos grandes, junto con más de 500 pardelas cenicientas. Al día siguiente aparecieron 5 calderones tropicales y dos días antes se vieron dos rorcuales tropicales. Para que luego vayamos a delfinarios con animales cautivos.

Han sido días de intensa camaradería con guardias civiles (del SEPRONA y de las patrulleras) entregados a la defensa del medio ambiente, preocupados tanto o más que un ecologista; seguramente más, pues ellos añaden a su interés particular la profesionalidad propia de personas muy entregadas a una causa, la defensa de la naturaleza, que sigue causando todavía demasiada extrañeza en una sociedad obcecada en el día a día y poco responsable con el futuro.

He llegado a casa quemado por el sol, con los ojos rojos del salitre y un bamboleo marinero que tardará aún varios días en irse, pero me traigo dos regalos y dos preocupaciones.

  • Regalos: el descubrimiento de una zona marina de incalculable valor y el de un colectivo militar en quien confiar y admirar.
  • Preocupaciones: el impacto invisible de la contaminación del pesquero ruso y el potencial de las decenas de petroleros que pasaban por esa misma zona con las bodegas repletas de tóxico crudo.

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